ANTECEDENTES
¿Quién no ha oÃdo hablar de los serenos? Algunos, los más mayores, aún los recuerdan con cariño y los añoran; otros, los que somos más jóvenes, oÃmos hablar de ellos con nostalgia a nuestros padres y familiares. ¡Con qué cariño hablaban de ellos, cuántas cosas nos contaban, alabando su sacrificada profesión! Y es que el mundo de nuestros dÃas, el que nos ha tocado vivir, de tanta actividad, tan distinto y diferente, forzosamente nos hace mirar al pasado, cuando se vivÃa con más tranquilidad, sin prisas, sin agobios ni estrés, sabiendo que habÃa que emplear en los asuntos o tareas todo el rato necesario y, sobre todo, que habÃa tiempo para todo, aunque tuviesen que emplearse más dÃas, meses o años.

Pero quizá sea hora de que digamos qué o quiénes eran aquellos serenos. El diccionario de la Lengua de la Real Academia Española lo define como “Cada uno de los dependientes encargados de rondar de noche por las calles para velar por la seguridad del vecindario, de la propiedad, etc.â€. Pero esta definición nos podrÃa confundir, al identificarlos con los cuerpos de la Guardia Municipal, Guardia Civil o PolicÃa Nacional. Sin embargo, los serenos eran distintos a los componentes de estos modernos cuerpos de seguridad. Ellos eran más humildes en sus pretensiones, menos cuerpo armado, más sacrificados por las circunstancias en que desenvolvieron su labor, más románticos, si analizamos su loable actuación. Ello es lo que pretendemos en este trabajo, que quisiera fuese un homenaje a todos aquellos serenos que recorrieron las calles de MengÃbar, en tantas noches oscuras, pues la iluminación, o aún no existÃa o era bastante escasa, como después veremos. Esos hombres que, lloviendo, con frÃo, con calor, desarrollaban su labor, con unos sueldos bastantes escasos, sin más armas que un “chuzo†y el pito, sin olvidar el farol de aceite. Ellos marcaron toda una época, ya pasada, aunque, no por ello, menos interesante y digna de recordarse.